Texto Andrés Birman
Conocí a Jaime en la popular de Atlanta. No recuerdo exactamente cuándo, pero fue un sábado de 2022. Me contó un poquito de sus hijos y nietos. También sobre que a sus 80 años mantenía un trabajo más por miedo al tiempo libre que por necesidad.
La herencia familiar indicaba que debió ser de Ferro y así fue hasta cierto día en que el Bohemio enfrentó al equipo de Caballito y ganó por goleada. Entonces intuyó que si ese cuadro era capaz de vencer al de su padre, también era capaz de ser mejor. Quiso ese mismo destino que cuando el verde conociera la gloria de la mano de Griguol, Jaime ya tuviera una vida azul y amarilla. Lo mismo cuando el gran Timoteo repitió el título.Supe desde aquella vez que iba a ser un tipo al que me cruzara siempre en el mismo lugar y del que no me enteraría casi nada más.
Jaime se ubicaba en el escalón más alto y puteador de esa tribuna. Pero no puteaba. Y además de no putear, miraba mal a quienes lo hacían. No le gustaba un carajo. No porque el plantel no lo indignase; tampoco porque le divirtiera lo que los jugadores intentaban hacer, sino porque era un tipo más bien tranquilo. Simplemente le gustaba estar ahí. Hasta hemos hecho algún que otro chiste sobre la situación. Éramos los dos callados de la popular que da a Corrientes.
Vimos varios partidos juntos hasta que no lo encontré más. Siempre que me ubico, cabeceo a ver si lo distingo, pero no hay caso.
Me gusta pensar que el rendimiento del equipo lo terminó de espantar. O, lo que sería mejor, que haya decidido ver la catástrofe deportiva cómodo y sentado en la platea.
Cuando nos cruzábamos tambaleaba Erviti, rajaban a Orfila y firmaban contrato con Giganti. El lunes este último se fue y ayer designaron como DT a Nico Diez.
Espero que el muchacho pilotee y enderece un poco la nave(?). Ojalá consiga los puntos necesarios para entrar al Reducido y pelear por un ascenso a Primera. Y, por supuesto, para que Jaime esté contento desde su sillón o en la platea.