Por Andrés Birman
La banda de los pijamas celebró tres décadas. Con treinta canciones e invitados, repasó su discografía en El Teatro Vorterix.
A lo largo de 30 años, Bersuit Vergarabat atravesó todo tipo de situaciones: el apresurado debut en Obras, una vertiginosa e inmediata caída, resurrección y consagración en el mismo recinto. Más tarde, giras incansables por América y Europa, grandes estadios y separación. En 2011, regreso sin Gustavo Cordera (con dardos cruzados entre ambas partes) y luego, la edición de tres álbumes con nuevas formaciones.
Al repasarla, la historia del grupo de los pijamas presenta varios altibajos. Y en algunos tramos, el camino fue muy difícil. Pero logró sobrevivir al paso del tiempo y, al final de cuentas, eso es motivo suficiente de celebración. La cita fue pactada en Colegiales para la lluviosa noche del sábado 15. Desde temprano, los espectadores recorrían el ancho de la pista con la idea de recargar cerveza en sus vasos de plástico y amenizar la espera. La excusa del festejo permitió, en dos fechas, un repaso por todos los discos de la extensa carrera. Esto hizo que el reencuentro con los fanáticos, tras una gira mundial, sea especial.
A las 21 se abrió el telón del Teatro Vorterix y los primeros acordes de “Huayno 14” dieron inicio al aniversario. “Hoy es un día hermoso, que nos invita a festejar” dice la letra y funcionó como bienvenida al público que colmó la capacidad. Le siguieron “Porno star” y “Yo tomo”, que con ritmo de cumbia puso a bailar a los más eufóricos. Después del saludo de los vocalistas Dany Suárez y Cóndor Sbarbati, “Morocha”, el más reciente single, tuvo una de sus primeras pruebas en vivo.
Tras “Perro amor explota”, llegaron “Zi zi zi” y “Para bailar”, en la voz de Tito Verenzuela. Cuando la trilogía cerraba con “Diez mil”, el guitarrista confesó: “Antes de entrar a Bersuit, yo flasheaba con este tema”. Sobre el final del segmento, desde el campo se oyó lo que ya es el hit popular del año contra el Presidente. Fue entonces que el tecladista Juan Subirá tomó el micrófono y aseguró que comparte la expresión, porque “es muy duro, terrible y doloroso lo que pasa todos los días” y aconsejó “defender cada espacio de libertad, la educación y la salud públicas”. Concluyó su mensaje con un contundente “Mauricio Macri: hasta nunca”.
El despegue definitivo comenzó en 1998, con la publicación de “Libertinaje” y la producción artística de Gustavo Santaolalla. Por aquellos años, Limón García era la segunda voz del conjunto y, por supuesto, fue invitado a este show. Apareció con “A los tambores” y se quedó para “Una muchacha y una guitarra”, del reconocido Sandro. No sería su única intervención. Continuaron “Somatizando”, “Barriletes”, “Murguita del sur” (con ovación para el bajista Pepe Céspedes incluída) y la emotiva “Vuelos”, con la presencia del primer guitarrista Charly Bianco y dedicada a Madres y Abuelas de Plaza de Mayo e H.I.J.O.S.
En los inicios, lo más parecido a un hit fue “El tiempo no para”. Justamente esa canción del brasileño Cazuza era lo que iba a sonar. De los años en sótanos oscuros, también reflotaron una deslucida versión de “Sin son” y “Los elefantitos” (con Adriana Beltrán en coros). La seguidilla conformada por “Humor linyera”, “Pájaro negro”, “La próxima curda”, “Sin cerebro” y “Porteño de ley” marcó que al concierto le quedaba poco tiempo.
En encuentros como este, nunca falta el “feliz cumpleaños” y eso se tradujo en “Tuyú”, aquel track de “Y punto”, el comienzo discográfico, que data de 1992. Quedaba espacio para uno de los temas más festejados de la noche: “El viejo de arriba” y el bloque más combativo, con varias frases escritas hace dos décadas y que, tristemente, se tornan de nuevo actuales: “Señor Cobranza” (de Las Manos de Filippi) y “Se viene” se cantaron con fuerza y tuvieron el aporte de Osky Righi, a cargo de la guitarra hasta 2016. “Me voy”, “C.S.M.” -con cuatro concurrentes sobre las tablas cumpliendo con parte del estribillo, esa que dice “pelando el culo”- sentenciaron el falso final. Tras una brevísima ausencia, la despedida fue muy tranquila, con “Mi caramelo” y “Un pacto”. Después, la clásica despedida de los músicos y las ineludibles palabras de agradecimiento. Habían pasado dos horas.
La versión actual del grupo provoca un combo de sensaciones encontradas. Por un lado, exhibe la indiscutible solidez y el oficio de músicos de probada trayectoria. Pero por otro, al nuevo repertorio le cuesta conectar con parte de los asistentes y la performance se desinfla de a poco, como un globo viejo que quedó de fiestas pasadas. También es inevitable asociar parte de su historia a un cantante que no es de la partida y está directamente relacionado con su discografía, aunque en la actualidad tengan realidades diferentes. Mientras Bersuit se acomodaba en su ausencia, repudiables declaraciones le valieron a Cordera el rechazo general y un procesamiento por incitar a la violación. Hoy busca alguna manera de relanzar su carrera en solitario.
De la treintañera banda se espera nuevo material y todo indica que continuará repartiéndose el liderazgo entre Suárez, Sbarbati, Subirá y Verenzuela. Los escenarios del mundo -hoy lejos de la enormidad de River- los seguirán albergando y siempre habrá un lugar para que suenen sus éxitos y próximas composiciones. Así como lo habrá para un público entusiasta que reaccionará de distintas formas: una parte gustará de lo nuevo, otra se acercará con nostalgia. Pero, como de costumbre, sólo el paso del tiempo permitirá sacar conclusiones.
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